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EL VERANO QUE DORMIMOS PELIGROSAMENTE
by FM abogados Tenerife in



Yo soy poco de salir, lo reconozco. Desde que inventaron el comercio online –sexo incluido- para abandonar siquiera unas horas mi vivienda necesito una serie de estímulos externos, tales como escuchar de manera sucesiva frases del tipo “vamos a morir todos”, “le habla el jefe de bomberos, chiflado inconsciente” y “mamá, se ha caído la conexión a internet”. En esos casos –siempre que por lo demás haga buen día- aprovecho para salir a la calle y ya de paso saco las bolsas de basura acumuladas en mi piso desde la última catástrofe.

No tengo mucha vida social, como se podrán imaginar. La última vez que me crucé con un vecino me agredió con un catálogo del Ikea y me denunció por intentar allanar mi propia casa.

- Pues si usted lo dice será el propietario del 2º-A, pero yo he nacido en esta casa y es la primera vez que veo a este sujeto, agente.
- Es usted un mentiroso, vecino. Nos conocimos el 11 de febrero del 96.
- ¡Acabáramos. El chalao de la basura!

Al no interactuar demasiado con mis congéneres, para estar al corriente de las pequeñas alteraciones que se producen en mi entorno (el final del verano, una invasión alienígena…) me veo en la obligación de deducirlas a partir de fuentes indirectas, como por ejemplo viendo la tele, navegando por internet o intentando desentrañar en qué idioma está redactado el nuevo impuesto de bienes galácticos.

Y es así como, de manera indirecta, cada año soy consciente de que se ha acabado el verano. El verano se acaba cuando dejan de pasarle cosas a las tetas de las chicas.

Como lo oyen.

Todas las cadenas de televisión sin excepción se hacen eco en sus informativos de las diferentes tragedias que a lo largo del estío se ceban con las mamas o domingas de las veraneantes. ¡Qué mala suerte tienen las pobres! Acontezca lo que acontezca –una plaga de medusas, un vertido de petróleo, una docena de cetáceos varados en la arena, una ola de calor, el alunizaje de urgencia en Benidorm de una nave nodriza, etc- el cámara se centra indefectiblemente en los pechos de todas las tías buenas de la playa.

- Y en estos momentos se abre la escotilla de la nave y asoma un ser hecho de luz, que los telespectadores se están perdiendo porque mi cámara está centrando su atención y objetivo en una talla ciento veinte huérfana de bikini cuya portadora habita dos toallas más allá.

Y no será porque no me fije, que hasta me acerco al televisor para no perderme detalle, pero en la mayoría de casos no consigo encontrar la relación entre la noticia en sí y el muestrario de apéndices mamarios que supuestamente ha de ilustrar aquélla. Vamos, que si no fuera porque me consta que para los medios de comunicación la ética y objetividad están muy por encima de fruslerías como el morbo y los índices de audiencia, pensaría que los cámaras que suelen cubrir –con perdón- estas noticias son unos salidos impresentables.

- Se hace saber a las bañistas en edad de merecer que acaba de aparcar en las inmediaciones la unidad móvil de Telecinco, razón por la que agradeceríamos se abstuvieran de ayudar a los delfines que agonizan en la orilla y, previo desproveerse de la parte superior de sus ya de por sí exiguos atuendos estivales, se desparramaran con indolencia y casual posturismo sobre sus respectiva toallas, a fin de que los reporteros encuentren material de sobra para trasladar a todo el país la tragedia que aquí y ahora está teniendo lugar.
- Y yo sin depilar las ingles. ¡Malditos delfines!

Un buen día las tías buenas desaparecen de las playas, supongo que cansadas de que les pasen cosas malas, y su lugar en los informativos lo ocupan miles de niños berreando a lágrima viva porque en lugar de romper cosas en sus casas tendrán que romperlas en el colegio. No se depriman, queridos lectores, cuando se acabe el verano. Piensen que peor lo estarán pasando los reporteros.

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