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DOS TARJETAS PARA TI
by FM abogados Tenerife in


-¡Esto es intolerable!

Tras quince minutos de tensa espera no puedo contenerme más y entro en la sucursal hecho un basilisco. Veo a lo lejos a Saray, la apoderada del banco, a quien por azares del destino siempre interrumpo cuando se halla en conversación telefónica con la policía dando aviso de la proximidad de no sé que loco peligroso que al parecer anda suelto.

- Esta tarjeta no funciona -le espeto.
- ¿Otra vez con lo mismo?. Le vuelvo a decir que su tarjeta de débito funciona perfectamente, señor X - el señor X soy yo, aunque no es mi verdadero nombre.
- ¿Y eso cómo lo sabe, señorita?
- Porque me ha obligado a probar esa tarjeta tres veces por semana durante los últimos seis años y medio, señor X. Tengo más relación con esa tarjeta que con mis hijos, señor X, conozco tanto esa tarjeta que el día que esa tarjeta tenga un problema, señor X , créame, esa tarjeta suya me llamará para contármelo.


Ante argumentos tan inconsistentes, me veo en la obligación de exigir hablar con el director.

- El director no le podrá atender.
- ¿Y eso?
- Tiene prohibido mantener contacto con humanos mientras cuenta dinero.
- ¿Para no transmitir algún tipo de virus malaje que han inoculado a los billetes de 500 y que resultaría mortal para cualquier ser provisto de alma?
- Para que no se le note la erección, más bien.
- Pues yo juraría que le he visto hacerse sitio a patadas en el lavabo de mujeres justo cuando yo entraba.
- Espere ahí, a ver.

Está anocheciendo ya cuando el director asoma la cabeza tras la puerta del lavabo.

- ¿Se fue el pirao?
- Lo tiene justo detrás.
- Vale.

Soy conducido al despacho del director. Sé que es el despacho del director porque hay dos docenas de bolígrafos y ni un sólo expediente. Cojo un sugus de una cesta de mimbre.

- Así que tenemos un problema con la tarjeta.

El uso del plural por parte del director es un matiz que no me pasa desapercibido. ¡Es un problema global!. Hago ver que no me he dado cuenta del lapsus dialéctico de mi interlocutor y asiento con la cabeza mientras trato de pelar el sugus prendiendo fuego al envoltorio.

- ¿Y en qué consiste el problema?¿No puede usted consultar su saldo en los cajeros automáticos, acaso?
- No, si consultas de saldo me deja hacer todas las que yo quiera.
- ¿Es entonces que no le deja sacar dinero?
- Sí que me deja, sí.
- Pues entonces ya me dirá usted qué es lo que no puede hacer entonces con esta tarjeta, señor X.
- Pues lo que hacen los demás clientes, señor director - le suelto, imitando su entonación engolada mientras le lanzo una mirada de inteligencia. El director se aferra a un abrecartas.
- Lo que hacen los demás clientes...
- Eso es.
- Usted me perdonará, pero no le sigo.
- ¿Es porque tengo poco saldo, o porque soy calvo, o por qué?
- ¿Quiere que le aumentemos el límite de crédito? Podríamos estudiar la posibilidad de...
- Déjese de límites. Sabe de lo que estoy hablando.
- Le juro por el tío Gilito que no.

En ese momento comprendo que lo que pretende el director es ponerme a prueba, averiguar lo que sé sobre el asunto. Decido por tanto demostrarle que tras años de observación estoy al tanto de todo.

- Pues verá usted, señor director: cuando yo introduzco la tarjeta en el cajero, me aparece un menú con una serie de opciones de navegación, tales como consulta de saldo, retirada de efectivo, donaciones a banqueros sin fronteras...
- Ajá.
- Y se da la circunstancia de que cualquiera de esas opciones implica un procedimiento parecido: te pide la clave, introduces los cuatro dígitos, haces la consulta (1 click) o indicas la cantidad que quieres retirar (no más de tres clicks), contestas sí o no a la posibilidad de imprimir la consulta/operación, y por último un click para terminar la sesión, recoges tu tarjeta, y en su caso el recibo y el dinero y sanseacabó.
- Bien explicado, sí señor.
- No hacen falta más de diez clicks para realizar las operaciones normales.- Hago un conejo con los dedos para remarcar el término "normales".
- Habitualmente no.
- Ni hacen falta más de dos minutos para realizar las operaciones normales.- De nuevo el conejo de paseo.
- No.

No consigo despegar el papel del sugus del sugus en sí. Me lo meto en la boca con papel y todo y procuro no escupir mucho con las fricativas.

- Vale. Explíqueme entonces por qué cuatro de cada cinco clientes del banco se comportan de la siguiente manera cuando usan el cajero automático:

1) Cuando le llega el turno el usuario se planta delante del cajero y permanece ahí inmóvil, mirándolo fíjamente, sin hacer nada más, sin duda confiando en que durante las cuatro horas que han transcurrido desde su último escarceo con el susodicho cajero, a éste le habrán implementado alguna suerte de artilugio de reconocimiento facial que les permita a los clientes prescindir del engorroso trámite de introducir su tarjeta de débito por la ranurita.

2)Transcurrido un determinado lapso de tiempo, a veces minutos, el usuario comprende al fin que el cajero no va a llamarle por su nombre de pila, preguntarle por sus hijos y soltarle con un guiño la pasta que necesita para echar una canita al aire en el Potorro Feliz, y que en consecuencia tendrá que dar el primer paso en esa fugaz relación hombre-máquina, y echa mano a su cartera, y de un compartimento de su cartera saca no menos de una treintena de tarjetas que empieza a barajar con parsimonia. Cada vez que coloca en lo alto del montón una nueva tarjeta, da igual si es una tarjeta de cajero, del corte inglés o la tarjeta profesional de su profesor de tai chi, el usuario mira alternativamente la tarjeta y el cajero, que en lugar de sacar dinero parece que esté cambiando cromos. Al fin -tarjeta número veintinueve del montón- encuentra la tarjeta correcta y ante la ovación cerrada de la cola que a estas alturas ha conseguido montar él solito, introduce la tarjeta en la ranura.

3) Saca la tarjeta y la vuelve a introducir porque ha introducido lo de arriba abajo.
4) Saca la tarjeta y la vuelve a introducir porque ha introducido lo de la derecha a la izquierda.
5) Saca la tarjeta y la vuelve a introducir porque como es tonto de cojones ha introducido lo de la derecha a la izquierda y lo de arriba abajo.
6) Consigue por fin el pollo introducir la tarjeta como Dios manda y dado que el usuario tiene una tarjeta de las otras -aquí va un conejo - infiero que le aparece en la pantalla un menú con posibilidades extras tales como "rellenar quiniela", "localizar un taxidermista de guardia" o "donde está Wally". Digo esto porque es materialmente imposible que ante un menú de opciones como el que me aparece a mí con mi tarjeta normal un ser humano pueda permanecer indeciso durante casi cinco minutos.
7) Tras no pocos titubeos, el usuario escoge una opción que a juzgar por el número de teclas que pulsa a continuación debe estar relacionada con la transcripción de algún códice maya, porque....

Es lo último que recuerdo. Alguien me dió un golpe fuerte en la cabeza (seguramente el loco peligroso que está buscando la policía) y me desperté dentro del contenedor de materia orgánica que hay frente a un restaurante chino.

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